Aspecto ludico: Carta a Kant

09.06.2009 12:42

Querido Immanuel:

Te escribo con motivo de tu última obra, aquella de la que me enviaste los borradores. Este texto reconozco que será revolucionario, un nuevo giro copernicano, ¡a quién se le ocurre decir que la cosa en si no puede ser conocida! No es que no esté en algo de acuerdo, cierta razón tienes. Yo te quería hablar de algo que no entra en el ámbito de la razón, aquello de lo que hablamos en tu casa: el espíritu humano, el alma o como quieras llamarle. Sabes que este ámbito es imposible conocerlo mediante la razón teórica, que no son fenómenos sujetos a experiencia empírica-objetiva. Más bien, abren al sujeto a la trascendencia, no en cuanto a la subjetividad y la construcción de la realidad, sino a lo que el hombre tiene de eterno, la gloria a la que estamos llamados. Como ambos sabemos esto es algo que escapa a una explicación científica, y como bien tú me decías, es de absoluta necesidad poder darle el lugar apropiado. Porque no sólo entra la “experiencia” religiosa, además tenemos estas otras acciones humanas tan características que no encuentran lugar en el ámbito científico, a saber: las ansias de poder y la entrega generosa a los demás, la guerra y destrucción y la maravillosa capacidad creadora, la dependencia de la efectividad y la dulce gratuidad del juego, el odio y venganza y el amor y perdón sinceros. Estas cosas, que a propósito pongo en duplas contrarias, nos revelan el ser del hombre (no digo plenamente, pero en alguna medida nos hacen toparnos con él) y nos dejan perplejos por la dialéctica como se manejan. La teología nos da una respuesta a esta situación: el pecado, la caída y fragilidad del hombre corresponde a esa fuerza destructora y la gracia, sacrificio divino, al mismo tiempo que lo que hay de divino en el hombre, responde a la vida, la creación. Este lado divino o contacto con la divinidad se realiza a través de ese principio que es el espíritu, actuante en el hombre, aperturidad a Dios, al Espíritu de Dios. Es la disposición afectiva que nos abre a esta realidad, y más que afectiva. Tiene el modo de la relación, porque no sólo es apertura a lo divino sino que facilita el encuentro con los otros hombres y mujeres. Lo que nos permite darnos a los demás, compadecernos, solidarizar con el dolor y comprender y ponernos en el lugar del otro. Pero es esencial (o existencial) decir una palabra de lo que mora en el hombre. ¿su capacidad de amar y entregarse viene sólo de afuera o también hay algo en su ser? Pregunta bien compleja, que no tengo tiempo para contestarla con rigurosidad en esta carta, pero intentaré esbozarte una respuesta breve. Mi tesis es la siguiente: “hay en el hombre una capacidad intrínseca de amar, pero también existe un principio externo que lo acompaña en esa ardua tarea”...

Saludos de C. B., dice que deberías hacer algo de ejercicio, si no te puedes estropear la espalda, le preocupa que estés tanto tiempo sentado. Un abrazo de tu amigo.

P. D. G.

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